El no-desafuero de Cuautémoc Blanco

El no-desafuero de Cuautémoc Blanco

La noticia explicada con Rosa

El no-desafuero de Cuauhtémoc Blanco

Rosa es una trabajadora ficticia de la Cámara de Diputados. Tiene 22 años, y esta semana todos estaban más nerviosos de lo normal. Las diputadas y diputados tendrían que discutir si debía iniciarse el proceso para quitarle el fuero a uno de sus compañeros. ¿¿Sin qué??

Para Rosa, el fuero que tienen los legisladores es como la capa de invisibilidad de Harry Potter: si cometen un delito y son acusados, el fuero los protege y nadie puede hacerles nada, como si nadie hubiera visto. Pero esta vez, el diputado en cuestión era Cuauhtémoc Blanco, ídolo del futbol por allá de los años 90. Su media hermana lo denunció por intento de violación. Presuntamente, esto sucedió cuando él era gobernador de Morelos. (Porque ya sabemos: los políticos aman a los famosos, traen muchísimos votos.)

Así que, como él tiene su capa de invisibilidad, para quitársela y que pueda ser juzgado como cualquier mortal —como Rosa—, la fiscalía necesita pedir al Congreso que inicie el proceso de desafuero. Es tan absurdo como si, en un salón de clases, los alumnos tuvieran que votar si sancionan o no al compañero que copió en el examen.

Un pequeño grupo de diputados revisó la solicitud de la fiscalía. No todos, pero sí la mayoría, decidieron que el expediente no venía completo, por lo que ni siquiera valía la pena discutirlo. Al menos, tendrían que haber escuchado a las partes involucradas antes de decidir, pero ni eso hicieron. Así que el resto de los diputados tuvo que votar para definir si ese pequeño grupo había actuado correctamente… o si se regresaban los papeles a su oficina para que continuaran con el proceso.

Rosa pensó que sería una decisión sencilla. La Cámara tiene 500 miembros y 251 son mujeres. Bastaba con que ellas se pusieran de acuerdo para, por lo menos, analizar si Cuauhtémoc debía ser juzgado como cualquier otra persona. De hecho, Rosa escuchó a algunas diputadas —incluso del mismo partido que el exfutbolista— decir que votarían pensando en la víctima.

La sesión inició. Rosa abría los ojos cada vez más con incredulidad. La mayoría de las diputadas y diputados de Morena votaron a favor de Cuauhtémoc. Pero también lo hicieron los del PRI (sí, su partido rival… como si las Chivas pidieran que le anularan una tarjeta roja al América en un clásico), y los del Partido Verde (que, según Rosa, son como las rémoras: se pegan al tiburón más grande para comer de lo que va dejando).

Uno de los momentos que más llamó la atención fue cuando varias diputadas de Morena lo arroparon. Lo acompañaron al estrado —cuando ni le tocaba ni debía hablar— y le gritaron: “¡No estás solo!”

Mientras observaba ese horrible espectáculo un escalofrío le recorrió el cuerpo. ¿Qué pasaría si un día, de esos en los que le toca salir más tarde y las oficinas están casi vacías, un diputado intentara hacerle algo? ¿Quién iba a protegerla a ella? Estaba sola.

Ha escuchado que varias mujeres se darán cita el sábado en la Glorieta de las Mujeres que Luchan para protestar por lo que sucedió. Rosa encontrará la forma de acompañarlas, y encontrar un lugar en el que de verdad pueda sentir que es ella quien no está sola.