Cartas de la India

Cartas de la India
Andrea Ceballos

Me duele el hombro izquierdo. El lado izquierdo es el lado femenino. Vacíate. Empty the cup, dice el gurú mientras se baja los lentes a la punta de la nariz como símbolo universal de sabiduría. Me ve con ojos de quien lo sabe todo, le quito la mirada. Me
aterra lo que pueda saber. Me he escondido en máscaras que ya no sé quién soy.
Vamos por un helado y todavía no sé cuál es mi sabor favorito. Extraño el gelato de Melbourne. Extraño tener casa. Nunca he tenido casa. Me he mudado catorce veces. ¿Cuál es la palabra que describe vivir entre dos lugares? Tal vez sólo soy transeúnte en mi propia vida. Me preguntan mi código postal. ¿De dónde?, contesto.
Me piden mi número de teléfono, ya no tengo. No tener número de teléfono en la modernidad es sinónimo de inexistencia. ¿A qué te dedicas?, la pregunta me hace temblar. Mi ego se está ahogando. Patalea desesperadamente. Poco sabe que entre más se mueva más rápido se queda sin aire. Know nothing, me repiten una y otra vez los maestros. Ese es el problema: no sé nada.
Cuando medito veo una luz entre mis ojos, le pregunto en dónde está el sendero. Me responde expandiéndose. Quiero quedarme a vivir en la inmensidad de la negritud.
Quiero no ser nada más que yo. Abro Linkedin. ¿Qué trabajo buscas? No sé ni siquiera responder eso. Todos son más exitosos que yo. ¿Qué es el éxito?, me preguntó mi mejor amigo un día mientras tomábamos vino rosado en mi balcón en Melbourne. Me gustaría haberle contestado con una fotografía de ese momento.
Le he pedido tantas veces a la libertad presentarse en mi puerta. Este año toco el timbre y ya no jugó tin tin corre. Supongo que la libertad también ha madurado. Le abrí la puerta y la senté en el sillón verde afelpado. Me contó sus planes mientras tomaba una taza de chai. Me encerré en el baño. La respiración se olvidó del camino hacia mi nariz. ¿Cómo le hago?, le pregunté al salir. ¿A dónde voy?, la cuestioné violentamente, pero sólo me encontré con un té a medias. Puedo ser lo que quiera, fue la respuesta que entendí ante su ausencia.
Entierro mis pies en la arena negra de la playa del sur de India mientras me preparo para ver el atardecer. El mar no tiene fin. El miedo recarga su cabeza gentilmente en mi hombro izquierdo. Me sigue doliendo.

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