Niñofobia: el rechazo socialmente aceptado

Está bien si no te gustan los niños. Es válido. Pero eso no te da derecho a tratarlos mal. El respeto debe estar por encima de cualquier preferencia personal.
La niñofobia es la intolerancia o el rechazo hacia los niños. No se trata solo de una postura incómoda, sino de una actitud que puede derivar en maltrato, invisibilización y falta de empatía hacia las infancias. En mi caso, no soy madre y no sé si alguna vez me gustaría serlo, pero, como todos, alguna vez fui niña.
Hoy, la niñofobia se ha vuelto tendencia en redes sociales, especialmente entre personas de la generación Z. Es común ver publicaciones que celebran no tener hijos, evadir a los niños en espacios públicos o referirse a ellos como “fastidiosos” o “insoportables” de forma casi humorística. El problema no es no querer hijos; eso es completamente válido. El problema es cuando se normaliza el desprecio, el sarcasmo hiriente o la indiferencia hacia seres humanos que apenas comienzan a entender el mundo. Esta actitud socialmente aceptada termina validando la deshumanización y normalizando una violencia silenciosa, disfrazada de preferencia personal o estilo de vida.
Personalmente, no soy alguien especialmente apegada a las infancias. Intento convivir lo menos posible con niños, no por rechazo, sino por respeto. Me costó tiempo entender eso. No es lo mismo convivir con un familiar cercano que con una infancia externa. Y sí, es difícil cuando estás en medio de una etapa en la que los niños lloran, gritan, corren, juegan, preguntan sin parar… Es abrumador. Te acostumbras a no tener ese ruido cerca, a no interactuar con esa energía constante.
Pero cuando nació una de mis primas pequeñas, algo dentro de mí cambió. Me di cuenta de que era válido no disfrutar del ruido, los llantos o la hiperactividad. Pero eso no justificaba el maltrato, los gritos ni las actitudes que pudieran hacerla sentir menos. Vi en ella un reflejo de mí misma: de la niña que fui, la que alguna vez fue rechazada por un familiar simplemente por querer jugar o hablar. Una niña que no entendía la magnitud de lo que hacía, porque apenas estaba aprendiendo a sobrevivir.
Está bien si no te gustan los niños. Es válido. Pero eso no te da derecho a tratarlos mal. El respeto debe estar por encima de cualquier preferencia personal.
También es importante cuestionar la manera en que forzamos a los niños a ciertas conductas bajo la idea de que “así debe ser”: que saluden de beso, que convivan con familiares que no les agradan, que ignoren su incomodidad porque “son niños y no saben de la vida”. Invalidamos sus emociones todo el tiempo, como si no tuvieran derecho a poner límites. A eso se suma que los límites y la educación dentro de cada familia influyen enormemente en el desarrollo y comportamiento de los niños. Tampoco debemos evadir responsabilidades.
Hace poco, en TikTok, me apareció el caso de un niño que le dijo a su maestro que su tío le había tocado “su galleta”. El maestro, sin darle mayor importancia, le dijo que tomara otra, que debía aprender a compartir. Esta escena, que puede parecer inocente, refleja un problema grave: interpretamos todo lo que dicen los niños como fantasía o juego, cuando muchas veces están tratando de comunicarse de la única forma que conocen.
Días después, el maestro descubrió que “galleta” era el nombre que le habían enseñado al niño para referirse a sus partes íntimas. Y sí, había sido víctima de abuso sexual por alguien cercano. Es por situaciones como esta que cada vez se habla más temprano con los niños sobre su cuerpo, su privacidad y su derecho a decir “no”.
No podemos seguir ignorando los casos de infantes que han sido abusados o maltratados. Por miedo, por incomodidad o por prejuicio, muchas veces preferimos hacer como que no escuchamos porque creemos que nadie sería capaz.
Pero esos niños existen, sufren y hablan... aunque no siempre con palabras claras.
Datos que duelen, pero que necesitamos conocer:
- En 2024, se registraron 437 hospitalizaciones de niñas y niños en México a causa de agresiones sexuales, según datos del Sistema Nacional de Salud.
- El 60 % de los casos de abuso infantil son cometidos por familiares o personas cercanas al entorno del menor.
- México sigue ocupando el primer lugar en abuso sexual infantil entre los países miembros de la OCDE.
Y lo más alarmante es que estos son solo los casos que salieron a la luz. Faltan todos aquellos que fueron ignorados, silenciados o encubiertos, en un país donde, tristemente, ni los niños ni los bebés están a salvo.
