La belleza de lo imperfecto en el arte y en la vida

La perfección es fría, rígida y, siendo honesta, aburrida
La cultura de la perfección está inmersa en nuestra sociedad. Debemos sacar las mejores calificaciones, tener el cuerpo perfecto, ser los hijos ideales y los amigos ejemplares. Con cada corrección nos hacen creer que equivocarse está mal, que solo lo impecable es valioso. Pero, ¿y si miramos la imperfección con otros ojos? ¿Y si descubrimos que en lo espontáneo se esconde la verdadera belleza? La belleza de la vida y de la autenticidad.
Recuerdo la primera vez que me equivoqué en escena. Sentí que el mundo se venía abajo. Mi corazón se aceleró y mi mente se llenó de pensamientos implacables: “No eres lo suficientemente buena”, “¿Qué estás haciendo?”, “No puedes fallar”, “Se van a arrepentir de haberte elegido”. Había soñado con esa oportunidad durante tanto tiempo, solo quería dar lo mejor de mí. Pero, sin darme cuenta, lo único que estaba haciendo era lastimarme con palabras que no solo afectaban mi confianza, sino también mi arte.
El escenario es ese espacio mágico donde todo puede pasar, donde me siento libre y plena. He olvidado líneas, me he desafinado y hasta he tropezado en escena. Para algunos, eso es el fin del mundo; para mí, es el instante en que nace la magia. Porque en lo inesperado hay verdad, y en la verdad, hay belleza. Con tiempo, trabajo y amor entendí que equivocarse no es el fin del mundo. No somos máquinas programadas para hacer todo perfecto a la primera. Somos humanos, y en lo imperfecto hay algo profundamente hermoso. ¿No es en nuestras cicatrices donde habita nuestra historia?
Cada marca en la piel es un testimonio de lo vivido, sentido, aprendido y superado. Nuestras pecas, moretones, líneas de expresión… son huellas de una existencia única e irrepetible. A pesar de planear y creer que la vida sigue un orden lógico, siempre nos sorprende. A veces con alegrías inesperadas y otras con imprevistos que, al principio, parecen desastres. Sin embargo, con el tiempo, esos momentos pueden convertirse en piezas clave de nuestro camino.
La perfección es fría, rígida y, siendo honesta, aburrida. Si todo saliera exactamente como lo planeamos, ¿no perdería la vida su chispa?
Aceptar la imperfección es liberador. Con el paso de los años me he permitido soltar el control, fluir con lo que la vida me presenta y confiar en mí misma. Para mí, el proceso comienza al reconocer el error sin justificarlo ni negarlo. Hay que transformarlo en aprendizaje y perdonarse, recordando que hice lo mejor que pude con lo que tenía en el momento. Finalmente, enfocar mi energía en el presente y en lo que sí puedo cambiar.
Cuando comprendamos que la imperfección es parte del arte, aprenderemos a verla y a abrazarla en nosotros mismos.
Así que empieza a abrazar tu yo artista. Deja de esperar el momento perfecto, la técnica impecable o el aplauso más fuerte. Hazlo por ti y para ti, desde el amor, desde el anhelo de compartir tu magia, dándole libertad y espacio a tu verdad.
