¿Cuántos festivales son demasiados festivales?

¿esta explosión de festivales responde a la diversidad de públicos en una ciudad como la nuestra o simplemente se hacen por dinero?
Todos los que me conocen saben que mi lugar más feliz es donde hay un concierto. Los festivales me emocionan, me hacen correr de un escenario a otro para ver la mayor cantidad de bandas posible. Mi primer festival fue el Corona Capital en 2019, y sentí que estaba en casa: dos días seguidos de música, saltos, gritos y felicidad absoluta. Pero últimamente no puedo evitar preguntarme si estamos llegando al punto en el que ya hay demasiados festivales.
Hace unos años, en la Ciudad de México había unos cuantos: Corona Capital, Vive Latino, y tal vez alguno más. Ahora la lista es interminable. Está el Flow Fest, el EDC, el Ceremonia, el Arre, el Hera, el Emblema, el Hipnosis, Pitchfork… Súmale los festivales que, aunque no son en CDMX, atraen a muchísimos chilangos: Hell & Heaven, Bahidorá, Vaivén, Pulso, Comuna y un largo etcétera. Esos son solo los más grandes, los que podríamos considerar “mainstream”, aunque la verdad es que muchos de los artistas que se presentan están lejos de ser comerciales.
Entonces, ¿esta explosión de festivales responde a la diversidad de públicos en una ciudad como la nuestra o simplemente se hacen por dinero?
Cada festival tiene (o tenía) su identidad. El Vive Latino nació como un festival centrado en el rock en español, pero con el tiempo se ha transformado en un evento que abarca géneros de habla hispana, incorporando también algunos artistas de otros idiomas. El Corona Capital se vendía como un festival de rock y música alternativa, pero el año pasado sus headliners del sábado fueron puramente pop. Y ojo, nada en contra del pop, me encanta. De hecho, lloré, salté y canté con Shawn Mendes, uno de mis artistas favoritos. Pero lo que llama la atención es que el Corona Capital, desde 2013, decidió no incluir artistas nacionales ni de habla hispana en su cartel. ¿La razón? “Un movimiento meramente comercial”. Es el único festival en el mundo que solo programa artistas extranjeros. Aunque de vez en cuando se cuela alguno que, si bien no nació en México, al menos canta en spanglish, como Boy Pablo en 2021 o Cuco en 2022.
Y aquí es donde entra la pregunta clave: ¿la cartelera de los festivales cambia por demanda cultural o por dinero?
Veamos el caso del Tecate Emblema. En su primera edición, planeada para 2020, el cartel incluía a Twenty One Pilots, Gwen Stefani, Maná y OneRepublic. Todos con una línea más o menos clara de pop rock. Este año, los headliners son Alanis Morissette, David Guetta, Pitbull y Morat. Ah y también están The B-52 's, JoJo Siwa y María José. Alanis es rock alternativo, Guetta es EDM, Pitbull es Latin hip-hop, Morat es pop latino… ¿Qué tienen en común? Nada. Absolutamente nada. Bueno, quizá que todos son artistas con al menos un hit que la mayoría reconoce.
Hasta la identidad visual del festival cambió: pasó de un diseño sobrio con colores primarios a un cartel morado con nubes, estrellitas y letras de burbuja. Parecería que la línea del festival ya no importa. Ahora se trata de juntar lo que sea con tal de vender boletos.
Y hablando de boletos, hay que hablar de precios. Porque no solo hay más festivales, sino que cada vez son más caros. El primer Vive Latino costó 180 pesos. Hoy, eso no alcanza ni para una cerveza dentro del festival. El abono en fase 1 para la edición 2025 costó 2 mil 880 pesos, y eso sin contar cargos por servicio ni gastos extra.
El Corona Capital empezó su primera edición en 2010 con precios muy distintos: los boletos iban de 450 a 550 pesos, con un cargo por servicio de 120 pesos. Pero en 2024, el abono general en fase 1 costó 4 mil 490 pesos, para la cuarta y última fase llegó a los 8 mil 784 pesos. Definitivamente, era una industria distinta y otro México
La respuesta a mi pregunta original creo que está en un punto medio. No haces un festival si no va a ser rentable, y no es rentable si no hay demanda. Así que mejor armas un lineup con nombres que aseguren la venta de boletos de fin de semana, aunque entre ellos no tengan nada en común. Al final, hay gente que pagará el acceso completo solo para ver a un artista y, de paso, se quedará a otros conciertos.
Que la Ciudad de México sea un ecosistema tan diverso y variado de festivales no justifica que pierdan su curaduría. Aunque existe una gran demanda de público, también es cierto que este público se está volviendo cada vez más exigente, y comienza a notar cómo se están diluyendo las propuestas con tal de vender más boletos. Esto se refleja claramente en los comentarios en redes sociales, como en el anuncio del cartel del Vive Latino 2025, donde un seguidor escribió: “Tenían todo para hacer una edición de 25 años legendaria y salió peor, chaaale”.
Las cifras de venta también muestran que algo no está funcionando. En el Corona Capital 2023, por ejemplo, se tuvo que aplicar una oferta 2x1 porque las entradas no se estaban vendiendo como se esperaba. Muchos festivales han tenido que recurrir a estrategias similares. El aumento de precios y el cambio en las curadurías no pueden mantenerse por mucho tiempo. La gente empieza a percatarse de la falta de autenticidad, y en la medida que los festivales pierdan su identidad, el público podría dejar de sentirse tan atraído.
Entonces, ¿cuántos festivales son demasiados festivales? Tal vez aún no llegamos al límite. Pero si siguen perdiendo su identidad, convirtiéndose en una mezcla aleatoria de artistas y además costando una fortuna, en algún punto el público dejará de emocionarse por ellos. Porque una cosa es que haya opciones y otra que todos terminen pareciendo lo mismo y siendo impagables.