NINGUNA PASIÓN DEBERÍA COSTAR LA VIDA

A Miguel y a Berenice no solo les falló una estructura, les falló un sistema entero.
Nada nos prepara para una tragedia. Nadie te enseña cómo reaccionar ante lo irreal, lo absurdo, lo que no debería pasar y, sin embargo, pasa. Para ese momento en el que todo se rompe, pero el mundo alrededor sigue como si nada.
El sábado 5 de abril, durante el Festival Axe Ceremonia en el Parque Bicentenario, una estructura, que no debía estar ahí, cayó. Murieron dos personas: Berenice Giles Rivera y Miguel Ángel Rojas Hernández. Eran fotógrafos. Estaban trabajando.
Yo estaba en el festival. Y como la mayoría, no supe nada en ese momento. Todo seguía igual. Nadie dijo nada. La música no paró. Nadie hizo un anuncio, nadie pidió un minuto de silencio. Nada. Unas horas después, alguien me preguntó si me había enterado del “desmadre” en el área de medios. No tenía idea de lo que hablaban. Me encogí de hombros, sonreí incómoda y dije que no. Seguí disfrutando del evento, supongo que es lo que se esperaba que hiciera, ¿no? Seguir.
Después, cuando por fin tuve algo de señal en el teléfono, me enteré que había caído una estructura. Que había heridos. Que eran personas de prensa. Sentí cómo me bajaba la sangre. Empecé a escribir a la gente que conocía. “¿Estás bien?”, “¿Sabes qué pasó?” Todos estaban igual: confundidos, nerviosos, sin información. Poco después empecé a escuchar murmullos entre la gente. "¿Sí se murieron?", "¿Pero qué pasó?". Y yo, con el estómago hecho nudo, me aferraba a una idea absurda: si alguien hubiera muerto, esto no estaría pasando. El festival se habría detenido, ¿no?
Pero no. El festival no se detuvo.
Y sí. Berenice y Miguel murieron.
Y el show continuó.
Mientras yo cantaba y bailaba con Natanael Cano, mientras coreaba las canciones de Charlie XCX, afuera la realidad era otra. Mientras adentro sonaban los beats, los gritos, las luces, la producción se encargaba de que todo siguiera como si nada. Que nadie se saliera de la narrativa. Que la fiesta siguiera. Todos viviendo en una normalidad impuesta.
Poco a poco, algunos nos íbamos enterando. La tensión se sentía en el aire. Algunos pasaban como si nada, ajenos a todo. Otros no querían saber, por miedo o por comodidad. A algunos nos consumía la ansiedad, buscando información entre los huecos de señal. No hubo anuncio oficial, ni explicación, ni una pausa. No hubo dignidad. Hubo silencio. Un silencio orquestado.
Salir del festival y, por fin, tener señal fue como abrir una puerta que no quería abrir. Ahí estaba la realidad, esperándome de golpe. Me cayó como piedra al pecho. Sentí un vacío, náuseas, y luego llegó la culpa. Pesada, silenciosa, punzante.
No estoy aquí para señalar a quienes, al enterarse, pensaron primero en si se cancelaría el show del domingo. No estoy aquí para juzgar a quienes siguieron con sus planes, concentrados en lo suyo. A veces es así. Nadie nos enseña cómo reaccionar frente a una tragedia. Y a veces, aunque suene duro, es el egoísmo, ese instinto de proteger lo propio, lo que termina abriéndonos los ojos. Lo que nos obliga a mirar de frente lo que pasó.
Esto no busca culpar a quienes asistieron. No es ahí donde deben apuntar los dedos. Dejemos de buscar responsables equivocados y señalemos con precisión: los culpables de la muerte de Berenice Giles Rivera y Miguel Ángel Rojas Hernández son los organizadores del Festival Ceremonia, la empresa Eco en Vivo, la alcaldía Miguel Hidalgo y el gobierno de la Ciudad de México.
Nos toca exigir justicia. Nos toca levantar la voz para que esto no se archive, no se entierre en el olvido como tantas otras tragedias. Nos toca impedir que el gobierno, una vez más, se pase la bolita, como si la responsabilidad fuera ajena, como si no fuera con ellos.
Porque sí va con ellos. Porque todos son responsables. Porque su negligencia mató. Porque por no hacer su trabajo, por no garantizar condiciones mínimas de seguridad, hoy dos personas están muertas.
Diego Jiménez Labora y todos los fundadores y directivos de Grupo ECO, la empresa responsable del festival Axe Ceremonia, deben dar una disculpa pública. No por protocolo, sino porque encubrieron las muertes de Miguel y Berenice. Porque decidieron seguir como si nada. Porque eligieron el silencio en lugar de la verdad. Deben dar una indemnización digna, entregada de forma inmediata a las familias de Miguel y Berenice. No como un favor, sino como lo mínimo que les corresponde por ley, por ética, por humanidad.
Luis Avilés, coordinador de Comunicación y Prensa en Hits Futuros, empresa que trabaja con ECO Live y AXE Ceremonia, la total falta de empatía es indignante. Mientras dos personas acababan de morir, él y su equipo seguían publicando contenido del festival, como si nada hubiera pasado. No solo encubrieron lo ocurrido, lo borraron de la narrativa oficial para poder continuar con su evento. No hay otra forma de decirlo: eso no es comunicación, es desinformación.
Luis Avilés también debe responder por las agresiones que vivieron compañeras y compañeros de prensa cuando intentaban cubrir la caída de la estructura. Estas agresiones deben ser investigadas por la Fiscalía de la Ciudad de México. Porque la verdad también se defiende. Porque el derecho a informar no puede seguir siendo vulnerado. Porque a Miguel y a Berenice no solo les falló una estructura, les falló un sistema entero.
La Alcaldía Miguel Hidalgo, encabezada por Mauricio Tabe, y el Gobierno de la Ciudad de México, bajo el mando de Clara Brugada, deben hacer una revisión exhaustiva de las concesiones y permisos otorgados tanto a ECO Live como a la Operadora de Proyectos de Entretenimiento NLP, empresa a nombre de la cual está la concesión para organizar eventos en el Parque Bicentenario.
Esto no puede quedarse en promesas ni en comunicados vacíos. Queremos hechos. Queremos que se audite, que se investigue, que se tomen medidas concretas. Porque si esas empresas siguen operando bajo las mismas condiciones, el riesgo de otra tragedia seguirá ahí, latente.
No se trata de castigar para callar, se trata de actuar para que no vuelva a pasar. Nunca más un evento sin protocolos de seguridad suficientes. Nunca más un espectáculo donde el dinero esté por encima de la vida de sus asistentes y trabajadores.
A los medios de comunicación. A todos: corporativos, independientes, grandes, pequeños, que durante años han normalizado la precarización del trabajo periodístico, y con sus omisiones también son responsables de que no existan condiciones mínimas de seguridad para quienes documentan, reportean, fotografían. Hemos normalizado un ecosistema que fomenta la explotación, que sigue creyendo que con “exposición”, una acreditación o un “gracias” en redes es suficiente pago. Un sistema que insiste que la experiencia vale más que el sueldo. Uno que no levanta la voz para exigir condiciones dignas a los organizadores de eventos, y esos mismos organizadores que no se preocupan en ofrecerlas.
Esto va para todo el gremio: medios independientes, públicos, privados, a quienes dirigen, editan, promueven o coordinan: exigimos un trato digno. Condiciones laborales reales y profesionales. Un lugar seguro en cada evento, facilidades para hacer nuestro trabajo, respeto desde el momento de solicitar una acreditación. Porque ninguna promotora paga por el trabajo que hacemos. Y ninguna mención, like o retweet es una forma válida de pago.
Dignifiquen nuestro trabajo. Nuestro talento. Nuestras vidas.
Las muertes de Miguel y Berenice no fueron errores, fue negligencia. Exigimos que no queden impunes, exigimos castigos ejemplares y que esto no vuelva a suceder.
NINGUNA PASIÓN DEBERÍA COSTAR LA VIDA
